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martes, 12 de junio de 2012

Historias del Pirata

"...En estos caminos siempre encontraré una fuente que me dará de beber cuando este sediento, un árbol que con su sombra me cobijará del inclemente sol que a medio día requema los pensamientos más profundos una y otra vez, un río, una laguna, donde refrescar el espiritu en aguas cristalinas, puras y frescas... y al final de estos caminos una dulce mesonera me espera. Espera a este lisonjero pirata con mil historias que contar..."

"...Las sendas de las piedras siempre me han enseñado los caminos que tengo que recorrer."
Apuntes del Escribano

- ¡Soy leyenda! Son mís cuentos. Escribe sobre mí, seré inmortal.
Solia decir en los preludios de sus cuentos, historias y caminos aquel lisonjero pirata cuando reunia suficiente gente a su alrededor a la que contar sus cuentos, historias y caminos, y que en ocasiones el auditorio agradaba de escuchar semejantes cuentos, historias y caminos en las noches de invierno al calido amor de un hogar en la taberna del puerto, junto con unas buenas pintas de rón caliente.
- ¡Tú!, tienes el poder, ¡Yo!, sería el protagonista, ¡Tú!, el escritor. Escribe sobre mí.
Decia siempre a su escribano, fiel testigo de sus aventuras. Porque aquel lisonjero pirata queria escribir un libro, solo que tenía un pequeño contratiempo: a duras penas sabía escribir y leer, aunque no por ello dejaba de ser astuto e inteligente. En su oficio, pirata, eran dos cosas vitales que salvan la vida.
- Toma esta idea y viaja con ella. Mira, observa y aprende que todos los caminos tienen encrucijadas y en las piedras están las respuestas.
Encandilaba a su escribano a que su pluma dibujara sus palabras en los pergaminos con su tinta mágica. Su escribano era fenomenal para eso, y nunca se arrepintió de haberle perdonado la vida. Después de todo, tuvó mucha suerte. Asaltando un barco en los Mares del Sur, después de una lucha ferrea a muerte, consiguieron tomarlo. Hicieron muy pocos prisioneros, apenas una docena. El Pirata, frente a ellos, preguntó si alguien sabía escribir cuentos. Solo uno le respondió, el escribano. Le perdonaba la vida si escribia para él sus cuentos, historias y caminos. Le ofreció. El escribano le impuso una condición: que el resto de sus compañeros fueron librados con vida. El Pirata, pillo y astuto, le impuso la suya: escribiría el cuanto que le contase el pirata, con la libertad de adornar, cambiar, introducir sus propias palabras en la historia, pero sin perder la esencia de la misma, ni sobrecargarla, ni censurarla. Si lograba impresionarle cumpliria el trato, sino moririan todos, incluido el escribano. Aceptó, y bajo juramento pirata comenzó uno a contar, y el otro a escribir. Finalizada la historia y la escritura, el pirata leyó lo que había escrito el escribano. Tal fué su sorpresa y admiración de encontrar por fin a alguien que sabe escribir cuentos que, sin dudarlo, cumplió su trato:
- Ya tengo un escribano que escriba mis historias para cuando me jubile, si antes no me han colgado del palo mayor de una nave por pirata, ¡JE, JE JE!.- Le dijo al escribano.
Si, tuvo suerte. Y pronto llegó la hora de la jubilación del pirata, pero esto, es otra historia.
- Soy una leyenda, aunque la gente se ría de mí, y los pocos dejaron de hacerlo por sus restos. ¡Sí!, lo sé. Puede que sea algo borde, muchos me lo dicen y me lo dijeron, también muchos de estos ya no lo diran, pero eso no me quita que pueda entrar en los caminos de las historias de los cuentos que suelo contar.
- ¡Mirenme! Vivo en un cuento, vivo del cuento, soy un cuento ¡Ja! Seré una leyenda y en los cuentos me encontrareís, en los cuentos nos encontraremos. Contando mentiras, historias de mentira y viviendo la vida. Así vivo ¿acaso lo dudan?
Siempre desafiaba a los presentes. Les azuzaba, para darle más salsa a la historia, eso decía, pero esto es, también otra historia...